10.9.08

De vuelta al trabajo

Después del paréntesis que ha supuesto el verano, hemos vuelto al trabajo (que no a la rutina) y a enfrentarnos a un nuevo curso.

No podemos decir aquellos que trabajamos en esto de la educación que las noticias aparecidas durante las semanas previas a septiembre y comienzos del mismo sean agradables, a pesar de que nuestro porcentaje de culpa no sea tan grande como algunos piensan y otros quieren hacer pensar.

Desde el año pasado tenemos una nueva Ley que ordena la Educación en España (la Ley Orgánica 2/2006 de Educación) y su adaptación a nuestra Comunidad Autónoma (la Ley 17/2007 de Educación de Andalucía), las cuales derogan a aquellas leyes que hasta ahora regulaban todo nuestro sistema educativo (LOGSE y LOCE).

Y ustedes se preguntarán, ¿para qué nos cuenta todo esto? Muy sencillo, y es una cuestión que desde hace mucho tiempo me ronda la cabeza, a saber:

¿De qué manera ha afectado, realmente, la aparición de todas estas leyes, vigentes y derogadas, a la forma en que los docentes llevamos a cabo nuestro trabajo diario en las aulas?

Para mí, es una pregunta fundamental, porque quizás resulta que lo único que está cambiando en la gran mayoría de los centros andaluces (que es la realidad que mejor conozco) es el negro sobre blanco, la literatura, la burocracia, mientras que el día a día, la metodología, el afrontar el proceso de enseñanza-aprendizaje bajo el amparo de los principios en los que se basan las últimas leyes educativas se ha obviado.

Por supuesto que gran parte de culpa de esta situación es del mismo profesorado, y todo, pienso, debido a diversos factores (cansancio, el síndrome de estar quemado, etc.), pero también, y en gran medida, creo que influyen otras razones (la apatía de gran parte del alumnado, la poca colaboración de las familias, la excesiva burocratización del papel del profesorado, etc.), e incluso pero también habría que ver si los docentes andaluces reciben una verdadera formación (e información) sobre los conceptos fundamentales que sustentan las leyes educativas; y es que algo que no se conoce no puede llevarse a cabo.

A modo de ejemplo, los centros TIC, ¿cuántos de ellos han modificado su metodología para utilizar ese recurso en todo su potencial? ¿Cuántos lo usan sólo para que sus alumnas y alumnos jueguen cuando terminan la tarea de la pizarra?.

Y se volverán a preguntar: “¿Por qué dice este hombre todo esto?”.

Pues me intentaré explicar. Mientras las grandes, o pequeñas reformas educativas, no tengan realmente en cuenta al colectivo, al amplio colectivo, docente, de manera que estos realmente se encuentren implicados en las mismas, no serán sino imposiciones burocráticas a las que se responderá con remiendos y de manera superficial, sin una verdadera y completa aplicación.

Con esto, no quiero decir que no existan otros muchos problemas en la educación y en la enseñanza, pero es que para eso se podrían necesitar muchos más folios; es obvio que necesitamos y debemos mejorar, pero para ello, todos los sectores que participan en la educación (no sólo profesorado, sino Administraciones y familias) deben arrimar el hombro y buscar soluciones y actuaciones conjuntas.
Termino con una frase de Marguerite Youcenar, escritora belga, que creo que da que pensar:
"Las leyes cambian menos rápidamente que las costumbres; son peligrosas cuando quedan a la zaga de éstas y aún más cuando pretenden precederlas"

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